19.9.10

Defender un proyecto

En diseño gráfico - sobre todo a nivel académico - es muy corriente la costumbre de exponer los proyectos, explicarlos ante un tribunal o, en el mundo de la empresa, mostrárselos al cliente.
En las Escuelas de Arte esto se convierte en algo realmente obsesivo, hasta el punto de que una parte importante de la nota de cada proyecto - suficiente para distinguir entre un aprobado o un suspenso - se basa en la calidad de la exposición; en el Ciclo Formativo de Gráfica Publicitaria, por ejemplo, una parte importantísima de la nota del Proyecto Final se basa en la presentación realizada ante el tribunal de evaluación.

Aunque esto es patrimonio principalmente de las artes gráficas, también afecta al mundo de las bellas artes. En mi opinión es uno de los clavos que cierran el ataúd de las artes plásticas. Lo importante, pues, no es ya que tu obra sea buena, que domines la técnica, que cumplas los objetivos: tienes que "defenderlo".
Así, buenos trabajos caen en el olvido y auténtica basura se encuentra en los museos. Yo puedo romper una lata de coca-cola y venderla como una obra de arte si sé "defenderla" - esa estupidez que inventó la crítica y que tanto se propugna en las Escuelas de Arte -.

Tengo compañeros que manejaban a la perfección la técnica acrílica, así como conocían la anatomía, la teoría del color o la geometría del paisaje, pero buenos trabajos que hubiesen merecido una nota alta fueron suspendidos porque, a la hora de "defenderlos", no supieron hacerlo. Incluso he llegado a tener que redactar memorias proyectuales sobre una fotografía o sobre un cuadro, buscando documentación innecesaria.
A la hora de crear un logotipo, por ejemplo, no importa que éste funcione, sino que saques información de cinco mil sitios o leas atentamente sobre la historia de los fenicios si pretendes anunciar un hotel en Huelva.

Esto, que se promulga diariamente en las Escuelas de Arte, donde no se enseña a diseñar sino a parlotear - educación estúpida para una sociedad estúpida - es una muestra más de la muerte de las bellas artes en el siglo XXI. El arte deja de ser importante por sí misma, lo importante es cuántas palmaditas vayamos a recibir en la espalda.

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