21.10.10

Esto ya deberíais saber hacerlo

En el Ciclo Formativo de Grado Superior en Gráfica Publicitaria, hay una materia llamada "Técnicas de Expresión Gráfica" que está dedicada al aprendijaze básicamente del dibujo artístico y la ilustración y, en menor medida, de las artes plásticas en general.

Se sobreentiende que un diseñador gráfico - o multimedia - tiene que tener un conocimiento no extenso pero sí razonable de técnicas como el carboncillo, pastel, acrílico o acuarela. Yo estoy de acuerdo a grandes rasgos con esto - y pienso, sobre todo, que un diseñador gráfico no puede serlo si no sabe dibujar medianamente bien -.

El sistema educativo español no tiene ninguna herramienta de control sobre el personal docente; esto significa que no hay manera humana a nivel administrativo de determinar si un profesor está haciendo su trabajo - esto es, enseñar su materia - o si está gastando los días en tumbarse a la bartola.

Una Escuela de Arte es un entorno empapado de bohemia de baratillo, que da lugar a la aparición de profesionales que se valen de esta atmósfera general para no trabajar diciendo cosas como "las reglas están para romperlas" o "hay que experimentar", dejando a los alumnos el desarrollo de la clase mientras ellos miran su Facebook en el portátil que el Estado les proporciona.

El año pasado me tocó una profesora de este tipo y recuerdo que solía mandar trabajos basados en técnicas plásticas, diciendo simplemente un concepto - por ejemplo, la soledad - y pasaba las horas muertas tomando café o mirando su ordenador mientras nosotros debíamos conseguir, solos y sin ayuda, realizar x número de acrílicos, acuarelas o sanguinas.
Cuando alguien se quejaba de esta situación y pedía que se le explicase la técnica, la profesora se limitaba a decir: "yo no puedo explicároslo todo", o "esto ya deberíais saber hacerlo, estáis en un Ciclo Superior".

Esto es una gran falacia en la que se escudan muchos docentes usurpadores para no hacer su trabajo. El Ciclo Formativo de Gráfica Publicitaria tiene dos vías de acceso según la legislación vigente: con Bachillerato o sin él, esto es, a través de una prueba de acceso para mayores de 19 años.
Esto significa que un alumno de Gráfica Publicitaria no tiene por qué saber pintar en acrílico o en acuarela, al igual que no tiene por qué saber manejar Photoshop o Illustrator ni tantas otras cosas, a menos que se lo hayan exigido en la prueba de acceso. Si ha superado dicha prueba sin recibir estas exigencias, a partir de ahí, empieza un minuto cero en el que todas las materias, a nivel legal y oficial, son desconocidas para él y por lo tanto deberían enseñárselas.

Este detalle legislativo tan básico es obviado, como digo, por gran cantidad de supuestos profesionales que pretenden hacer de la Escuela una especie de lugar de encuentro en el que no se viene a aprender, sino a desarrollar lo ya aprendido, básicamente porque es una excusa perfecta para dar rienda suelta a la vagancia que inunda nuestra sociedad.

El resultado final es que la gente sale de la Escuela sin saber prácticamente nada, conociendo lo mismo que cuando entró. De lo que la empresa vaya a exigir a los futuros profesionales nada van a saber éstos, y yo ya he conocido casos en los que un Técnico Superior, al ser preguntado sobre sus conocimientos en 3D, diseño multimedia o ilustración por un empresario, ha tenido que responder: "no tengo ni idea".

En definitiva, los títulos, por este y otros motivos incontables, se vuelven algo simbólico y al final es la empresa la que, si le conviene y le da la gana, tiene que enseñar a los profesionales en qué consiste su profesión, ya que la Escuela de Arte se halla reducida a un inmenso cibercafé para unos, campamento de verano para otros, y sala de tortura mental para la mayoría.

19.9.10

los ordenadores de la Escuela 2.0


Todos los profesores que me han dado clase en la Escuela de Arte tenían - y tienen - un ordenador portátil financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, dentro del programa Escuela 2.0 del PlanE.

El modelo es el Satellite Pro L300 de Toshiba, que ya no se fabrica. Un ordenador de excelentes prestaciones que en su día costaba 599 euros, algo más caro que su sucesor el Satellite Pro L450.
La información sobre la Escuela 2.0, aparte de su nombre tan oportunista, es ambigua. Según el Gobierno es "una oportunidad de situarnos entre los países más avanzados en el uso de estas tecnologías", para lo que se han dedicado 200 millones de euros.

El objetivo fundamental de dotar de un ordenador a cada docente - 20.000 ordenadores en total - es el de convertirlo en una herramienta para uso formativo en las aulas y fuera de ellas. Se supone que los profesores deben crear recursos didácticos que sean de utilidad para las materias que imparten; algo que, en artes gráficas - donde lo digital es lo básico - debería ser determinante.

Por desgracia, yo no he hecho uso de estas herramientas durante mis cursos en la Escuela de Arte. Recuerdo que una de mis profesoras del primer año abrió un aula virtual que actualizó tres veces, y luego la abandonó. Otro tipo utilizaba el portátil para proyectar fotografías de vez en cuando y los demás nos corregían algunos trabajos en formato digital.

A la hora de la verdad servía para que matasen el tiempo revisando su correo, su Facebook, su Messenger o escuchando música en Last FM, todo ello desde la plataforma que usted ha pagado. Así funciona una Escuela de Arte: el profesor manda algún tipo de trabajo y tú debes utilizar los antediluvianos ordenadores del centro para ir haciéndolo - y buscar en Google cómo narices hacerlo - mientras tanto, gracias a las nuevas tecnologías, el Estado ofrece al docente una forma innovadora de tocarse los huevos.

No creo que proyectar cuatro fotos y corregir un puñado de PDF justifique un desembolso de 600 euros por cabeza. No estoy diciendo que esta iniciativa esté mal, sólo que necesita algún control, algo que certifique que el ordenador está sirviendo para algo y que no es un simple regalo a costa del tesoro público. Si esto fuese así podría ser una herramienta poderosísima para los futuros diseñadores; para mí es tarde, mis profesores ya lo desperdiciaron, ojalá no sea así en promociones venideras.

imagen | iTech News Net

el problema de la metodología proyectual

Mi gran pasión en esta vida es la escritura, y dentro de ella, con el paso de los años, he llegado a reconocer una realidad para mí evidente: no existe un método de creación literaria. Es decir, no hay un mecanismo predeterminado, no existe el “cómo escribir una novela, paso a paso” aunque muchos escritores fracasados vendan la idea contraria.
Cada autor simplemente tiene sus trucos, unos escriben pequeños párrafos hasta que juntan un libro entero, otros crean un complicado esqueleto y lo van desarrollando, otros se inspiran en sueños y los hay que se basan en lo que les pasa día a día. Algo que puede aplicarse al diseño gráfico.

En la Escuela de Arte me han estado enseñando durante años a basarme en metodologías proyectuales normativas, es decir, los mecanismos de creación utilizados por los grandes autores. El principal es Bruno Munari, apto para el diseño industrial y, en general, para todas sus ramas; en el ámbito español se pasa por encima sobre Óscar Mariné y, para la señalética, se trabaja a partir de la teoría de Joan Costa.

Conocer estos procesos está muy bien y es muy necesario para cualquiera que vaya a dedicarse a las artes gráficas porque debe comprender el trabajo de los grandes, pero lo que no es en absoluto razonable es que se enseñe, como se me ha insistido a mí, que dichas metodologías son poco menos que la Biblia y que, para diseñar, tienes que seguirlas - sobre todo la de Munari - a rajatabla y sin moverte un solo paso de cada uno de sus puntos.

La realidad es que cada autor, desde el más importante hasta el más humilde, tiene al final su propia estrategia, su forma de inspirarse, recabar - o no - información sobre un proyecto, bocetarlo y desarrollarlo. Al enseñarnos que el método de los grandes nombres son ley universal pretenden convertirnos en clones y demuestran que, ciertamente, muchos miembros de la docencia llevan años sin diseñar nada, o tal vez nunca han diseñado o simplemente no tienen ni idea de cómo se plantea un proyecto de diseño.

Defender un proyecto

En diseño gráfico - sobre todo a nivel académico - es muy corriente la costumbre de exponer los proyectos, explicarlos ante un tribunal o, en el mundo de la empresa, mostrárselos al cliente.
En las Escuelas de Arte esto se convierte en algo realmente obsesivo, hasta el punto de que una parte importante de la nota de cada proyecto - suficiente para distinguir entre un aprobado o un suspenso - se basa en la calidad de la exposición; en el Ciclo Formativo de Gráfica Publicitaria, por ejemplo, una parte importantísima de la nota del Proyecto Final se basa en la presentación realizada ante el tribunal de evaluación.

Aunque esto es patrimonio principalmente de las artes gráficas, también afecta al mundo de las bellas artes. En mi opinión es uno de los clavos que cierran el ataúd de las artes plásticas. Lo importante, pues, no es ya que tu obra sea buena, que domines la técnica, que cumplas los objetivos: tienes que "defenderlo".
Así, buenos trabajos caen en el olvido y auténtica basura se encuentra en los museos. Yo puedo romper una lata de coca-cola y venderla como una obra de arte si sé "defenderla" - esa estupidez que inventó la crítica y que tanto se propugna en las Escuelas de Arte -.

Tengo compañeros que manejaban a la perfección la técnica acrílica, así como conocían la anatomía, la teoría del color o la geometría del paisaje, pero buenos trabajos que hubiesen merecido una nota alta fueron suspendidos porque, a la hora de "defenderlos", no supieron hacerlo. Incluso he llegado a tener que redactar memorias proyectuales sobre una fotografía o sobre un cuadro, buscando documentación innecesaria.
A la hora de crear un logotipo, por ejemplo, no importa que éste funcione, sino que saques información de cinco mil sitios o leas atentamente sobre la historia de los fenicios si pretendes anunciar un hotel en Huelva.

Esto, que se promulga diariamente en las Escuelas de Arte, donde no se enseña a diseñar sino a parlotear - educación estúpida para una sociedad estúpida - es una muestra más de la muerte de las bellas artes en el siglo XXI. El arte deja de ser importante por sí misma, lo importante es cuántas palmaditas vayamos a recibir en la espalda.

2.9.10

los concursos de diseño y el intrusismo

Quienes lean esta entrada me acusarán de llegar tarde, no sin razón, pero aunque se trata de un tema relativamente antiguo me parece muy interesante mencionarlo y reflexionar sobre él porque sigue siendo muy actual.

Hace tres años el Gobierno de España lanzó un concurso público abierto para la creación de su propio logotipo - alucinante que las bases estuvieran escritas ni más ni menos que en Comic Sans -.

En aquellos momentos apareció un manifiesto de escasa difusión en el que varias asociaciones de profesionales del diseño españoles, entre ellos el Centro Regional de Diseño de Castilla-La Mancha y el DIMAD, se quejaban amargamante sobre esta iniciativa de las autoridades:

"Los concursos abiertos perpetúan la idea del diseño como una cosa meritoria, como si estas convocatorias fueran un concurso de talentos artísticos, en lugar de prestar atención al planteamiento del problema y el proceso como profesionales".

Señores de las asociaciones profesionales de diseño, lo único que puedo decirles es: ¿les molesta que los trabajadores jóvenes y/o no titulados tengan una puñetera posibilidad de encontrar alguna vez reconocimiento económico o público a su actividad? ¿Les molesta que puedan los diseñadores noveles labrarse una carrera profesional y tener alguna oportunidad a la hora de aspirar a un puesto de trabajo estable y bien remunerado?

Porque lo que obvian estos señores en su manifiesto es que para los jóvenes los concursos abiertos se han convertido en casi la única manera exclusiva de trabajar en diseño aunque sólo sea un poquito. Si todas las empresas que, por otra parte, son las que patrocinan estas asociaciones, solicitan experiencia y jamás contratan aprendices, ¿qué otra salida les queda a éstos que participar en los tan denostados concursos abiertos?
Si todo aquel que no haya logrado sellar un papelajo demostrando que ha perdido su tiempo y dinero en una Escuela de Arte - cualificación técnica, lo llaman - no puede acceder bajo ningún concepto a una empresa del sector, ¿qué otra cosa podrá hacer que aventurarse a los concursos de talentos?

Estos señores han creado su gueto de trabajo cualificado - por ponerle un nombre - y se quejan ante cualquier intento de las bases por abrirse un camino en el mercado laboral. A eso le llaman intrusismo. Yo le llamo buscarse la vida, porque para la mayoría de nosotros no hay otro camino.

También es notable en este manifiesto la total ausencia de coherencia. Pues mientras el Centro Regional de Diseño de Castilla-La Mancha firmó la diatriba, al mismo tiempo tiene en su web corporativa una sección dedicada a publicar convocatorias públicas, muchas de ellas abiertas. Pero no sólo eso, sino que incluso han llegado a promocionar en su portada el portal Guerra Creativa, que debería ser para ellos el templo del intrusismo.

Como vemos, las asociaciones de diseño y los colegios profesionales, como todas las catacumbas corporativistas de este país, dicen una cosa y luego hacen la otra, y lo único que quieren es proteger sus privilegios y pretender que la sociedad y el Gobierno les libren de la - para ellos incómoda - ley de libre competencia. Para muestra:

"Sea como sea, es imprescindible que todo concurso sea regido por unas bases que fijen las reglas del juego, que ayuden a definir el proyecto por parte de la entidad convocante y que protejan al profesional de posibles irregularidades".

"Reglas del juego", dicen. ¡Como si trabajar fuera un juego! Luego la clase docente y los confereciantes se llenan la boca hablando de la profesionalidad. ¿Qué tiene de profesional tomar tu mercado como un juego? Yo lo llamo proteccionismo: lo que solicitan, sencillamente, es que las autoridades oficialicen el veto a los nuevos profesionales para que estos señores puedan seguir dominando el sector porque les preocupa que internet otorgue un poco de oxígeno a los diseñadores noveles.

20.7.10

algunos grandes autores hiperrealistas

Después de ver una extraordinaria colección de pinturas hiperrealistas en el blog del Juanmi, me ha picado el gusanillo y he decidido hablar aquí de algunos de mis autores favoritos.

Dentro del hiperrealismo, en mi opinión, el rey es Imán Maleki. Este autor iraní combina en sus trabajos el fotorrealismo con una de las temáticas que más me gustan: el costumbrismo. En sus cuadros muestra escenas y paisajes cotidianos de su sociedad que podríamos confundir con auténticas fotografías.




El mito del hiperrealismo sin duda es el tomellosero Antonio López, y aunque yo - por mis gustos personales - prefiero otros autores, su dominio de la técnica me fascina al mismo tiempo que su costumbrismo y precisión. Es un maestro de maestros, el pintor vivo más valorado del mundo y seguramente el último de los grandes de la Historia del Arte. Además le tengo especial aprecio porque es manchego, como yo.



Otro autor extraordinario y joven es el español Juan Francisco Casas. Quizá sus cuadros sean los que más me gusten, pero creo que - aun dentro del hiperrealismo - sus trabajos no pueden meterse en la misma bolsa que los de Iman Maleki. Su técnica se aproxima más al fotorrealismo y el arte urbano que al hiperrealismo clásico y pictórico del iraní. Lo más llamativo de Juan Francisco Casas es que utiliza exclusivamente boli bic - según muchos, la técnica de ilustración más precisa del mundo - consiguiendo un nivel de detalle y dominio de sombras abrumador; sus obras, por este motivo, están todas en gamas de azul, mi color favorito. Casas, además, escoge como modelo a unas mujeres preciosas.




imagen | Iman Maleki, Juan Francisco Casas, Wikimedia Commons

19.7.10

molinux


Acabo de leer una noticia según la cual Suiza abandonó el arranque doble en 9.000 ordenadores de sus escuelas. El arranque doble consiste en la instalación de Ubuntu y Windows en cada equipo; en el caso suizo permanecerá sólo el sistema de código libre.

En España ocurre otro tanto de lo mismo. No conozco el caso de cada comunidad autónoma, pero sí sé que en Castilla-La Mancha se utiliza Molinux, un aborto de Ubuntu que costó 240.000 euros al erario público.
El problema con Molinux es fundamentalmente que no se utiliza, debido al arranque doble. En las Escuelas de Arte tenemos la experiencia de vernos obligados a utilizar programas de diseño de Adobe, en lugar de sus alternativas libres, lo que nos obliga muchas veces al pirateo por razones económicas.

Abandonar el uso de Windows sería la excusa perfecta para empezar a emplear Inkscape, Scribus o GIMP en la Escuela pública. Aunque Molinux no es precisamente la panacea. No ya por su ridículo y paleto nombre, que demuestra que Castilla-La Mancha nunca mirará más allá de Don Quijote para explotar su imagen de marca, es que se trató de un gasto innecesario ya que, para tener las mismas funciones que en Ubuntu pero a un coste de cientos de miles de euros, podrían haber utilizado directamente Linux.

Molinux, además, fue encargado a Hispafuentes, una empresa privada. Si a España le importase realmente la I+D, se hubiese convocado un concurso de Universidades. Quién sabe, quizá hubiese salido de ahí un sistema gratuito y eficiente que hubiese podido exportarse a otros países o utilizarse en la administración pública... Bueno, ¿por qué no dejaré de soñar en utopías? O quizá esté equivocado: de momento Chile estudia la incorporación de Molinux. ¿Qué opináis, les están estafando?

imagen | Portal de educación de Castilla-La Mancha

contacto

javier . pozo . solera @ gmail . com